¿Y si las computadoras aprenden a leer?

“El fanático incendiario de libros se da cuenta entonces de que todo el pueblo ha escondido los libros memorizándolos. ¡Hay libros por todas partes, ocultos en la cabeza de la gente!”

   Hace un tiempo en una entrevista con el historiador Yuval Harari, Bill Gates comentó 

“… la tarea importante es pensar el momento en el que una máquina podrá leer un libro y lograr procesar y comprender la información, más aún, cuando su desempeño en un examen supere al de cualquier ser humano. No sabemos aún como representar el conocimiento pero seguramente en los próximos 50 años ese invento existirá y ahí tendrás máquinas mas expertas de lo que nosotros somos…eso sí me asusta”.

En verdad a mi también me asustó y me pregunté por qué. Entendí entonces que el gran salto estaría dado cuando la máquina alcance la  alfabetización, eso le proporcionaría independencia para pensar y accionar sobre el mundo real. Es decir que la civilización alcanzará un momento  en el que las máquinas estarán alfabetizadas mientras habrá personas que aún no lo estén, por ejemplo niños y adultos analfabetos o semianalfabetos en países subdesarrollados. Para comprender mi temor pensemos qué implica ese proceso en un ser humano que cuenta con  las condiciones básicas de alimentación y cuidados para el desarrollo físico sano.

     Desde las neurociencias algunos aseveran  que los seres humanos nacemos con un “cerebro lector”. Esta teoría nos dice que el cerebro que heredamos de nuestros antepasados puede destinarse a reconocer palabras impresas. Sin embargo la lectura es muy difícil de dominar ya que hay modificaciones profundas que deben darse en el circuito cerebral para acompañar su adquisición. Los seres humanos somos la única especie con  capacidad de leer y transmitir a las generaciones más jóvenes una cultura sofisticada. Por supuesto que nos referimos a  toda nuestra cultura lo que comprende: la lectura, la escritura, el arte, la matemática, la religión, etc.. Todos estos aspectos  incrementaron las capacidades innatas de nuestro cerebro de primates .Ya lo dijo Freud  alrededor de 1930, es casi un cuento de hadas lo que el hombre ha conseguido con su ciencia sobre esta tierra en la que ha emergido como un animal endeble y  donde cada individuo vuelve a ingresar como un lactante desvalido. Esa es justamente  la condición para el desarrollo cultural, nuestra prematurez. Dice Freud que el ser humano se ha acercado tanto a su ideal que él mismo ha devenido un dios, y aún así no se siente feliz con su semejanza con  dios, veremos el costo que implica este ascenso. 

     Así,  los neurodesarrollistas  en la misma línea de lo que  ya había planteado Freud en 1930,  afirman que sólo nuestra especie  supera su condición biológica, crea un ambiente cultural, artificial para si misma y se enseña nuevas habilidades como la lectura. Señalan , como ya dije, que  esta es una competencia únicamente humana y sin embargo desde este punto de vista, es también una actividad muy desconcertante. Los psicoanalistas sabemos  también del malestar que este desarrollo cultural nos trae, cuanta renuncia pulsional nos exige, cuanta represión. Una condición es la tendencia que nuestra cultura tiene por ejemplo a limitar la vida sexual. Por eso señala Freud que  la prohibición de la elección incestuosa de objeto, o sea ese primer amor de todo niño con su padre/madre,  es la mutilación más tajante que ha experimentado la vida amorosa de los seres humanos. Esa renuncia pulsional parece llegar a su máxima expresión hoy, cuando imaginamos que las máquinas serán entes capaces de leer, o sea de ejercer una de las funciones intelectuales privilegiadas de los seres humanos, pero carentes de nuestra sexualidad. Nuestro desarrollo cultural habría logrado en las máquinas alfabetizadas la perfección que la cultura nos exige, con un triunfo de la represión, capaces de operar sobre nuestro mundo sin la interferencia de la sexualidad.

Sabemos que ese conflicto entre la satisfacción pulsional y las exigencias culturales puede interferir en la adquisición del la lectoescritura, y del aprendizaje en general. Es un trabajo que todos los niños tienen en su desarrollo. 

    Así  recuerdo a Nina que se empeña en aprender a escribir en cursiva, a pesar de que le cuesta y de que su maestra la invita a escribir en imprenta tratando de facilitarle la tarea. Sin embargo ella dice que esa letra es más bonita, más elegante y que ella quiere aprenderla. Esto en Nina es muy importante, su admirable inteligencia se ve interferida por su resistencia a dominar sus impulsos lo que le impide muchas veces comportarse como la escuela espera. Por otra parte sabemos hoy que la letra cursiva inaugura ciertos circuitos cerebrales necesarios para la adquisición de la lectoescritura y que por eso no es bueno abandonar su enseñanza, y Nina parece saberlo desde algún lugar profundo de su sabia mente. 

    La pandemia ha puesto en suspenso la asistencia de los niños a las escuelas, el ámbito más propicio para que los chicos se desarrollen. Como mencionara antes, la indefensión en la que  nacemos los seres humanos genera una extrema dependencia del auxilio ajeno, (en general de los padres o de quien ejerce esa función), somos la especie que más tiempo necesita de esa asistencia ajena. Y ese parece ser también el motivo de nuestro gran desarrollo cultural. 

   Sabemos que los chicos en las escuelas poseen una independencia respecto de sus padres que les permite experimentar la riqueza de los vínculos fuera del hogar. El encierro familiar al que nos vimos obligados en cuarentena, es una situación  facilitadora de traumas, ya que prácticamente  obliga a la intensificación de los vínculos incestuosos, a la omnímoda presencia de los padres, quienes tienen a su cargo además de la crianza, la educación escolar de los niños. Las personas significativas de la escuela, los docentes, directivos, etc., desaparecen como mediadores dejando a los niños en una situación de total regresión a aquel momento de indefensión total y dependencia exclusiva del bebé con su madre. Dependencia que si bien es necesaria temporariamente, extendida más allá de ese tiempo puede atrofiar el desarrollo emocional y  físico de los niños. Los niños se vieron encerrados durante meses sin poder salir ni a dar un paseo, y esto resultó para muchos de ellos la obligación de adoptar comportamientos de renuncia pulsional, comportamientos que implicaban el cercenamiento de sus impulsos en pos de la convivencia. Muchos se vieron seducidos a volver al lecho parental, en tanto padres y niños vieron totalmente alterada su organización del tiempo y el espacio con la consecuente pérdida de la intimidad para ambas partes. Es desde este lugar que propongo que pensemos en los síntomas que surgieron en muchos niños. Ya que  estas manifestaciones sintomáticas desde este punto de vista fueron de lo más saludables. Una suerte de protesta por el encierro, por negarse a ser educados y analizados por máquinas, por exigir, como me decía una niña de 12 años “Que les devuelvan sus vidas”.

   Comprendo el temor de Bill Gates. Los niños de algún modo se han anticipado a este tema advirtiendo que  por mucho que las computadoras puedan hacer por nosotros, si no media la presencia del adulto en la transmisión del conocimiento o en la sesión psicoanalítica, el agotamiento hace imposible la tarea. Tanto los analistas como los niños y los adultos que interactúan con ellos a distancia, padecemos de un cansancio particular luego de permanecer mucho tiempo en esa comunicación y eso se debe a la renuncia al contacto con  otro ser humano, a la presencia del cuerpo del otro, de su olor, de su mirada cálida de aprobación o de reprobación. Freud advierte en “El malestar en la cultura” que “desde tres lados amenaza el sufrimiento: desde el cuerpo propio, que destinado a la ruina y la disolución no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de alarma, desde el mundo exterior que puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas hiperpotentes… por fin desde los vínculos con otros seres humanos.” Es a este último padecer al que sentimos como el más doloroso. Nos toca ahora pensar como será enfrentar ese tipo de sufrimiento que podría venir de cierta dependencia  con estas máquinas que podrían incrementar ilimitadamente su inteligencia artificial sin el concomitante desarrollo emocional y por supuesto carentes de sexualidad. Más aún, quienes estudian hoy las consecuencias de este desarrollo de la Inteligencia Artificial, nos dicen que las máquinas por algoritmos serán capaces de entender las emociones de los seres humanos. Nosotros sabemos por ejemplo qué es el enojo porque lo vivenciamos en nosotros mismos. Sin embargo para la inteligencia artificial será simplemente una cuestión de analizar ciertos signos que vienen del cuerpo del ser humano. Por ejemplo: tensó su tono de voz, tiene tal movimiento de los músculos faciales, su piel  enrojeció: conclusión: “está enojado”. Más aún,  podrá leer incluso datos biológicos que nosotros no leemos y tener más certeza de los estados emocionales ajenos. Tan es así que imaginan que a un bróker les pondrán un aparato que mida sus emociones y cuando detecten dudas o angustias le dirán “¡Alto!, no estás en condiciones de seguir tomando decisiones financieras. Te podrías equivocar”. Imagínense esto en niños a los que se los controle para evitar errores. No estoy tan lejos de esta idea. En China ya hay escuelas donde a los niños les ponen en primer grado una vincha electrónica durante la clase que es  una suerte de electro encefalograma para detectar patologías que podrían acarrear problemas en el aprendizaje. Cuando comento esto me preguntan ¿ pero eso lo ves mal? ¿ no podríamos prevenir? No tengo realmente la respuesta para eso. Sólo pienso en lo complejo que es el desarrollo y cuantas cuestiones intervienen que pueden compensar supuestas falencias. Prefiero  pensar que antes que la “Sentencia Previa”, existe la  presunción de inocencia. (1)

El proceso de aprender y pensar…

   ¿Cómo aprendemos los seres humanos a entender las emociones de otro ser humano? Más correcto sería preguntarse ¿Cómo aprendemos a reconocer en nosotros mismos los diferentes estados emocionales? 

   Sabemos desde “El proyecto de psicología para neurólogos”  de Freud  que en los primeros encuentros del bebé con su madre  se produce un devenir de percepciones que se escriben como huellas en nuestra memoria cual archivos en una computadora para ser luego reencontradas en coincidencias con nuevas percepciones. Las percepciones disidentes, nuevas, o sea imágenes que no forman parte de nuestros archivos, son las que despiertan mayor interés e inauguran  el trabajo de pensar. Sin embargo señala que este trabajo despierta el interés del bebé porque se trata de un semejante, del prójimo para decirlo más concretamente. O sea que se trata de alguien parecido al bebé, en quien el bebé se encuentra, se reencuentra y se anticipa en una imagen organizada que aún él en sus movimientos desordenados no posee. Freud utiliza un término muy adecuado, dice que el semejante despierta un interés teórico, nos habla así de las bases del aprendizaje. El prójimo tiene además el poder de ser el primer objeto que aporta satisfacción, el primer objeto hostil y el único con poder auxiliador. Por lo tanto el aprendizaje se inicia en ese encuentro y reencuentro con el otro ser humano, partiendo de las propias vivencias corporales y emocionales.

   Pienso que el miedo que sentí al escuchar sobre las máquinas alfabetizadas tenía de base un momento anterior de temor y desconcierto. Si bien hace unos años que  atiendo a distancia a adultos y niños que viven en el exterior, no había tenido la experiencia de analizar durante varias horas al día a niños y a adultos, sin tener ningún contacto con otro ser humano. Por otra parte esos niños y adultos a quienes yo analizaba a distancia, también se veían privados del contacto con otros seres humanos. Niños que no jugaban en las escuelas con otros niños, adultos que no interactuaban en sus lugares de trabajo con otros adultos. Todos nosotros viviendo en un mundo bidimensional, casi de sueño o de pesadilla. Anticipando de manera traumática, quiero decir sin capacidad de procesamiento, un futuro que confieso no me agrada. Empecé a observar que niños que habían sido muy buenos alumnos, o sea niños que no habían consultado por problemas de aprendizaje, comenzaban a tener dificultades serias para conectarse y concentrarse. La ausencia de prójimo en ese proceso de aprendizaje empezaba a sentirse

   Mateo con sus 10 años se sentía perdido, le pedía a sus padres permanentemente asistencia para cada cosa, No podía hacer la tarea, no podía estudiar, no lograba concentrarse. Un chico que era independiente sofocaba a sus padres en una excesiva demanda de presencia, lo que por supuesto traía peleas interminables.  Se quejaba de que su vida era una desorganización total. Un día les exigió a sus padres: “Pongan un poco de orden en este lío en el que vivo, ustedes son los adultos”. Los padres se quedaron perplejos y me convocaron. 

     Mateo nos contaba acerca de todo lo que había perdido por la cuarentena. En un momento dijo a su padre: 

“yo tengo que aprender esta escuela nueva, completamente nueva. Yo NECESITO que te sientes al lado mío…” y en un esfuerzo enorme buscando ejemplos de algo vivido le dijo: “¿te acordas cuando me enseñaste a andar en bici? Primero sostenías el asiento y yo sabía que estabas ahí, y de a ratos me soltaba y yo no me daba cuenta. Cuando me daba cuenta que no estabas, me caía, así hasta que un día me soltaste del todo y yo tuve confianza para correr con la bici solito. Algo así necesito”.

  Mateo se encontraba en ese momento en el que se caía porque se encontraba solito y no podía andar.  Mateo nos enseñó a los adultos  que estábamos todos aprendiendo algo nuevo. Y era  básicamente que las tareas a distancia sin otro ser humano presente donde me miro y me encuentro o me desencuentro y aprendo cosas nuevas de esos desencuentros, era un mundo nuevo difícil de aprender. Que no teníamos vivencias anteriores, que no somos como esas computadoras sin emociones ni sexualidad que dominarán el mundo El asilamiento social nos llevaba a todos a caernos ante la falta del abrazo ajeno. 

    Otra niña, Lola de 9 años había tenido una reacción muy positiva al principio a los encuentros por zoom. En nuestro primer encuentro me mostró que había intentado armar una réplica de mi consultorio y allí me esperaba. Luego le pareció interesante hacer conmigo un recorrido por la casa e ir teniendo cada sesión en distintos ambientes. Conforme la cuarentena se prolongó en el tiempo empezaron los síntomas. Cierta apatía, desinterés en general por conectarse o levantarse de la cama. Solo quería estar tirada mirando televisión. Como esas descripciones que se hacen en el caso de hospitalismo donde el bebé se desconecta, pierde interés en el mundo externo porque no tiene la esperanza de reencontrar al ser querido perdido, Lola parecía decirnos con su actitud que había perdido la esperanza de volver a su escuela, a ver a sus amigos,  a sus abuelos, a mi. Luego de llegar juntas a esa conclusión cambió su actitud, sin embargo sostuvo una resistencia importante a ocuparse de la escuela, a conectarse a hacer la tarea, cosa que no había sido habitual en ella. En una sesión jugando a la escuela donde yo era la maestra me dijo a los gritos:

 “¡¡ No pienso conectarme ni hacer la tarea ni nada!! ¡¿sabe por qué señorita?¡ ¡porque esto no es una escuela esto es una mentira, y usted tampoco es una maestra, es una mentirosa!!!”. 

Lola denunciaba en una síntesis muy sabia, que el vínculo sostenido a través de una pantalla con el docente, le impedía reencontrarse con el prójimo capaz de leer en ella su proceso de aprendizaje y en ese feed back ella leerse en la actitud docente en el clima de la clase con los otros compañeros, en el desafío de ir incorporando cosas novedosas sobre la base de un encuentro familiar tan antiguo como la humanidad misma. 

Para cloncluir…y continuar

Me pregunto  que pasará con “los niños de las máquinas” me refiero a generaciones criadas ya por las máquinas. Hoy día asistimos a algo así:  niños que tienen de chupete electrónico a la televisión, las Tablet, los teléfonos celulares, etc. Niños que aprenden sus primeras palabras copiando de los juegos que las Tablet les proponen, o los programas de televisión y que utilizan por mucho tiempo ese lenguaje neutro copia fiel de los video juegos. Niños que no hacen síntomas, que no demandan del adulto. 

    La intención de este escrito es pensar aún más el uso de  la tecnología, o su abuso, porque los  beneficios y  avances desde ya que son enormes. La preocupación es más que nada con los nativos digitales, y con quienes ya están siendo cuidados por televisores y video juegos. 

      Coincidimos con  Winnicott  cuando dice que el problema no es el objeto sino el uso que se hace de él. Y esa es la alarma que debiera encenderse en los adultos en estos tiempos de pandemia donde hemos sometido a los chicos por tiempo demás a las máquinas y ellos protestan con sus síntomas, o conductas atípicas. Este otro sufrimiento que provendría de las máquinas tendría su origen de este modo en la ausencia del otro humano. Así, los video juegos, programas de tv, etc., a los que los niños se ven expuestos tempranamente aparecen como un quita penas posible representante del siglo XXI, capaz de envolverlos en un estado de narcisismo absoluto donde el chico puede prescindir del otro adulto, y hasta olvidarse de sus necesidades básicas. 

    Desde “El malestar en la cultura” entendemos que  el método más tosco pero también el mas eficaz para combatir el sufrimiento es el de la intoxicación con sustancias. Nos toca ahora pensar en este tipo de intoxicación que provoca la exposición temprana a la tecnología. 

   Sabemos que para el aparato psíquico dicha es equivalente a la satisfacción pulsional y por lo tanto cuando el mundo externo nos prohíbe la satisfacción de nuestras pulsiones es causa también de sufrimiento. El aislamiento social al que nos vemos sometidos con la pandemia y sus cuarentenas es un modo de dejarnos en la indigencia de los abrazos y del contacto humano.

     La virtualidad escolar obliga a los niños a una renuncia pulsional sin precedentes. Así es como nos hemos encontrado con lo que los medios llamaron el síndrome de la cabaña,  esas personas que perdieron el deseo de salir. Una niña me decía: “es buenísima la cuarentena, yo no quiero salir de casa”. Mostrando claramente ese movimiento patológico que va de una prohibición externa a la incorporación de esa prohibición como un deseo propio, como algo proveniente  de su interior  y que hace que ya no sienta el deseo de salir a jugar con sus amigos. Algo que también hemos visto en muchos adultos.

   Muchas preguntas me surgen. Sabemos que aprendemos más de nuestros fracasos que de nuestros éxitos, ¿Cómo será un mundo en el que estemos dominados por la idea de evitar el error con algoritmos que puedan garantizarnos la perfección que el ser humano no posee? Los seres humanos vivimos olvidando para no melancolizarnos la idea  de que la vida tiene un límite, de que somos finitos, ¿ como será la vida conviviendo con máquinas que poseen habilidades humanas sin esa idea de finitud? 

     La severidad que proviene de la exigencia que puede tener una máquina programada para entrenarnos en algo, o para enseñarnos algo, nunca contará con la compasión o la identificación de otra persona que pasó por lo mismo. 

     Pienso que tenemos que estar atentos para que en su exposición a la tecnología los niños expresen lo que Teo expresó un día jugando por Tablet con su abuela a la distancia. Una abuela muy inteligente y creativa que lo estimulaba con juegos muy ricos. De pronto ella observó que Teo miraba insistentemente todo el contorno de la Tablet, hasta que  decidió preguntarle qué era lo que estaba buscando. Teo contestó:

                     “La puerta abu para poder ir a tu casa”

El desafío es que el anhelo de esa puerta que conduce a la casa / cuerpo del otro no desaparezca nunca. 

Citas
  1.  “Sentencia Previa” es una película de ciencia ficción del año 2002 de Steven Spileberg. Se trata de una división policial llamada Pre crime que en el año 2054 investiga el crimen… que está por cometerse. 

    El grupo usa visiones del futuro que son vistas por tres “precognitivos”, que son tres adolescentes recuperados de trastornos mentales, dos hermanos gemelos varones y una mujer, con habilidades pre- cognitivas. Gracias a ello han detenido muchos asesinatos en el Estado por seis años, logrando tasas de asesinato nulas… hasta que cometen un error.

     

Bibliografía
  • Freud Sigmund, – 1895, “Proyecto de Psicología para Neurólogos”, TI,

                                              Obras Completas, Amorrortu Editores

                                             -1930, “El malestar en la cultura”, TXXI

  • Podcast Yuval Noah Harari entrevista con Bill Gates y Rashida Jones 30 de noviembre de 2020, “Why do we believe lies?”

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