Nos cruzamos en el Reina Sofía hace unos años y el impacto fue brutal. Si mal no recuerdo fue el 19 de octubre de 2011: ahí empezó la relación íntima con el Guernica. Esa enorme tela logró hacerme sentir el horror, y desde ahí me llevó a recorrer una serie de representaciones: el cuadro – pintado acaso por los nazis cuando entregaron a las llamas los cuerpos de mis antepasados – me hizo pensar también en esas otras llamas que los nazis encendieron para quemar los libros de Freud y, sobre todo, en vivencias personales intensas y penosas de ese momento (1). No voy acá a entrar en detalles sobre esas vivencias personales , pero alcanza con decir que el Guernica unía, en un eje de asociaciones, el horror y la imposibilidad de decir o, más precisamente, el horror y la quema de libros: la imposibilidad de escribir.
Tuve un impacto similar al leer una carta que Freud escribió en 1938, después de su emigración. Allí, el padre del psicoanálisis rememoraba los difíciles años del nazismo y decía que:
“Luego de setenta y ocho años, incluyendo mas de medio siglo de laborioso trabajo tuve que abandonar mi hogar, asistí a la disolución de la Sociedad científica que yo había fundado, vi destruidas nuestras instituciones, ocupada por los invasores nuestra imprenta (“Verlag”), confiscados o reducidos a Cenizas los libros que yo había publicado, expulsados de sus profesiones a mis hijos…”
Ilse Grubrich Simitis está en lo cierto cuando dice que Freud equipara aquí la destrucción de su editorial y de sus libros con la persecución a sus hijos. Freud reconoce que en ese tiempo se mantuvo en una burbuja y quiso evitar de algún modo la realidad. Pero el huracán antisemita y la persecución a sus hijos debilitaron la desmentida del peligro inminente que corrían sus vidas y finalmente decidió emigrar. En el exilio en Londres el psicoanálisis recupera su voz con fuerza también a través de la palabra escrita: recordemos el nacimiento de la Standard Edition.
Si el Guernica me había hecho descubrir entre otras cosas, la inhibición que me aquejaba para escribir, ligada, tal vez, a algún horror personal, el hallazgo de la carta de Freud me hizo darme cuenta, en un movimiento inverso, que había que escribir para elaborar el horror. Así empezó este proyecto. Les propongo, en estos tiempos de nuevas turbulencias, donde nos azota otro huracán – el de la peste-, salir de nuestras “burbujas” y aprovechar las redes, la tecnología para armar un espacio de intercambio entre psicoanalistas donde, volviendo sobre las bases de nuestra disciplina podamos, no obstante, pensar el momento que nos toca vivir.
Estos tiempos turbulentos ponen a prueba nuestra capacidad de respuesta y de creatividad en la clínica. Por mi parte, en momentos como este, en que nos enfrentamos a situaciones difíciles y novedosas, donde hay un punto de intersección compartido con los pacientes, me aferro más a la teoría que sustenta mi práctica, porque allí encuentro siempre la respuesta. Esto me impulsa a escribir y profundizar más y teorizar acerca de la nueva situación que vivimos como humanidad donde somos actores de un momento lamentablemente histórico. Freud me aconseja entonces “He estado afligido todo el tiempo y me calmo escribiendo – escribiendo – escribiendo”.
Así la Web se me presenta como un amplio espacio, sin fronteras ni restricciones donde encontramos libertad para expresarnos, para pensar, viajar y expandirnos.
Este espacio se propone entonces como un ir y venir de la teoría a la clínica, algo antiguo, ¿clásico? El idioma de siempre en un dialecto actual.
Desde lo clásico me propongo asumir la responsabilidad de renovar la mirada, de que la voz del psicoanálisis resurja con fuerza una vez más. Así me encontré con textos que escribí hace años y que he vuelto a visitar desde otra mirada. Y me pregunté “¿Yo escribí esto, dije esto, esta era yo?” y decidí que esos y nuevos escritos serán como hijos a los que lanzaré al mundo.
De pronto comprendí esa frase que se le atribuye a Séneca que dice que la acumulación de saber no es saber. ¿Qué es el saber entonces? Pienso que es un proceso por el cual uno rompe y arma algo nuevo desde la propia lectura y articulación de lo leído, como Freud a los 5 años junto a su hermana deshojando ese libro de láminas con color que su padre le había dado para que rompiera. Fue tal vez ese el punto de partida para construir infinidad de textos nuevos y hasta para romper con el texto sagrado, la Torah y escribir al final de su vida esa reconstrucción tan controvertida en “Moisés y la religión monoteísta”.
Armemos entonces caminos nuevos siguiendo las huellas de los clásicos porque la voz del psicoanálisis en el mundo de hoy resurge una vez más con fuerza.
Citas
Es por todos conocida la anécdota del encuentro de Picasso con un jerarca nazi quien al ver el cuadro pregunta: “¿ Usted hizo esto?”, y el pintor respondió: “No. Ustedes lo hicieron”
Bibliografía
- Borges Jorge Luis, 1972, “El Otro”.
- Freud Sigmund, 1900, “La interpretación de los sueños”, Obras completas, Amorrortu Editores
- Gamerro Carlos, 2016, “Borges y los clásicos”, Eterna Cadencia
- Simitis Ilse Grubrich, (2003), “Volver a los textos de Freud. Dando voz a documentos mudos”, Biblioteca Nueva Madrid (2006 )“El estudio de Freud sobre Moisés: un sueño diurno. Un
Ensayo biográfico”, Ediciones Imago Mundi


