Freud entre cartas: “Por amor… ”

Entre marzo y abril de 1924 se sucede una disputa que se despliega en la
correspondencia entre Freud y Abraham. La discusión tiene como eje los nuevos desarrollos de Ferenczi y de Rank. Ambos proponían introducir cambios importantes en la teoría y por ende en la clínica. Ferenczi en lo que se refiere a la técnica, proponía una técnica activa y abreviar la duración de los análisis. Y Otto Rank planteaba que la etiología de las neurosis estaba determinada por el trauma del nacimiento. Ambos de todos modos coincidían en afirmar que es un error detenerse en el Complejo de Edipo que en verdad el momento decisivo es el trauma de nacimiento y que todo aquel que no haya superado ese trauma se estrellará entonces en el Complejo de Edipo. Freud sabía, porque él mismo lo afirma en una carta, que esto sustituía la etiología sexual de las neurosis por una etiología fisiológica accidental “pues se harían neuróticos aquellos que hubieran tenido un trauma de nacimiento particularmente grave o que afrontaran el trauma con una organización especialmente delicada”.(Freud 1924). Y como si esto fuera poco en su argumentación respecto de sus diferencias con estas obras, Freud agrega en otra carta: “¿Por qué se levanta la barrera del incesto? Pues bien, mi explicación era histórico – social filogenética . yo deduje la barrera del incesto de la historia primitiva de la familia humana, de modo que consideraba al padre actual como el obstáculo real que levanta la barrera del incesto en el nuevo individuo. En este punto Rank discrepa de mi. Se niega a considerar la filogénesis y sostiene que la angustia que se opone al incesto reproduce la angustia del nacimiento..,”. Nos sorprende de pronto un Freud tan tolerante con lo más caro de sus teorizaciones. Estas dos posiciones en verdad, desarman toda la teoría. Si para Freud la hipótesis filogenética era el hilo rojo que atraviesa toda la obra, de modo tal que es el sello del método que dio en llamar histórico socio genético, sorprende, insisto, la tolerancia con quienes deciden sustituir su método por otro. Cabe aquí aclarar la idea del hilo rojo o roter Faden tan bien ilustrado por Goethe: “sabemos de una particular costumbre en la marina inglesa. Todas las jarcias de la flota real, desde las más fuertes hasta las más débiles, están trenzadas de suerte que un Roter Faden {hilo rojo} recorre el conjunto y no se lo puede destrenzar sin desarmarlo todo; por él se conoce, aún en las más pequeñas piezas, su pertenencia a la corona.” Esta cita aparece en el libro de El chiste de Freud, sin embargo pienso que ilustra muy bien la idea de Freud de la hipótesis filogenética tal como lo señala en esta circular de 1924 con motivo de las disputas que las nuevas teorizaciones de Rank y Ferenczi despiertan entre los miembros del comité secreto. Justamente el comité se había fundado a los efectos de trabajar para preservar al psicoanálisis de los intentos de destruirlo. Pero ¿Qué vemos aquí? ¿Por qué traemos este tema a este ciclo de Freud entre cartas? Abraham le advierte a Freud sobre sus temores respecto del curso que estos dos miembros estarían tomando. “¡se trata de dos de los más importantes de los
nuestros!” le dice Abraham. Y está realmente preocupado. Sabe que le toca un lugar
difícil. Unos diez años o 12 años antes, ya había estado en el mismo lugar. Cuando se
trató de Jung y sus intenciones. Abraham intuía las intenciones de Jung, las malas
intenciones, y Freud se negaba a escucharlo. Le interpretaba a Abraham sus celos. Tan
importante era para Freud que Jung resultara un fiel seguidor y colaborador que le era
imposible escucharlo. Sabía que en esta oportunidad esto iba a ser aún más difícil, por

la valoración que Freud tenía de estos dos miembros del comité y en particular de
Ferenczi con quien justamente había compartido estrechamente todas las
investigaciones sobre la hipótesis filogenética.
Si leemos la correspondencia nos sorprende la liviandad con la que al principio Freud
toma estas verdaderas desviaciones del psicoanálisis, más aún, Freud mismo reconoce
que cuando leyó estos trabajos pensó en su interior “otros que se independizan”. Sin
embargo propone salidas banales, ¿ por qué? Y se me ocurre pensar ¿Por qué no?.
¿Por qué se trata de Freud? Sin adentrarme en mi posicionamiento personal en cuanto
a los temas teóricos en cuestión, lo que quiero señalar que está en juego justamente
aquello que Freud consideraba imposible de negociar: los conceptos básicos, los
pilares de su teoría. Y tal vez lo que me ocurre a mí es que me asombra el hecho de
que a él le pase lo mismo que a mí, y a todos. Por amor Freud no puede ver lo que está
ocurriendo. Como por amor a su hija Anna no pudo escuchar a la señora Klein, tal como la propia Klein señala en una entrevista que le hicieran. Freud se defiende, niega,
no quiere escuchar que quien él más aprecia y valora le está clavando un puñal en el corazón, justamente esos nuevos trabajos apuntan al corazón de la teoría freudiana.
Como en ese cuento donde la locura y el amor jugaban a las escondidas. Cuando la
locura sale a buscar al amor con una horquilla sin querer hiere con una espina los ojos del amor. La locura en su desesperación por reparar el daño decidió ser el lazarillo del amor. Desde ese día el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña. Freud no escapaba a estas pasiones. Recordemos que en breve Ferenczi le reclamará a Freud lo inacabado de su análisis, las consecuencias de que no le haya interpretado la transferencia negativa.
Pero volvamos a ese diálogo entre cartas de Freud y Abraham Dice Abraham:

“Sin embargo, en lo que se refiere a la envergadura de ciertos rasgos de los nuevos libros estoy preocupado… lo mío no es un inquisición.. Veo indicios de una evolución peligrosa en cuestiones vitales del psicoanálisis. Muy a mi pesar, me obligan a hacer de guardián, no es la primera vez en los veinte años de mi carrera psicoanalítica. El caso es que usted, querido profesor, quiere saber de qué peligros hablo. En cuanto lo oiga, acaso me hará señas de no querer escucharme”. Abraham con respeto pero con franqueza psicoanalítica, le dice algo así como “querido profesor usted no escucha”. Bueno esto sí que es un piedrazo en el espejo, me refiero al hecho de que desnuda a Freud en un momento en el que el padre del psicoanálisis, aquél que pudo pasar de la mirada del ataque histérico a la escucha cuando está involucrado en sus sentimientos, en su amor por su amigo Ferenczi, no escucha, como cualquiera de nosotros. Se suele afirmar que Freud echó a patadas a Ferenczi y a Otto apenas desarrollaron sus ideas. Sin embargo investigar en la correspondencia y apedrear el espejo, nos muestra que no fue así. Se resistió, no quiso oír, estaba dispuesto a no ver, si no hubiera sido por Abraham, y el resto del comité. Esa era la ética de Freud, conservaba un grupo de personas a las que sentía interlocutores valiosos para no perecer en su propia ceguera y omnipotencia. Abraham le insiste: “¿Recuerda usted cómo le alerté sobre Jung después del primer Congreso en Salzburgo? Usted entonces desoyó mis temores y los achacaba a celos por mi parte. Ahora vamos a celebrar otro Congreso en Salzburgo, y vuelvo a usted con la misma función , que habría preferido no tener que desempeñar.” Freud responde:

“ Querido amigo: sin duda su evocación de las viejas reminiscencias Salzburguesas me ha entristecido. También me molesta entrever en sus líneas la opinión de que no es fácil hablar conmigo sobre ciertas diferencias personales y objetivas. Sé que mis adversarios lo pregonan, pero mis amigos deberían conocerme mejor.” Claro que su amigo Abraham lo conoce, y no está dispuesto a idealizarlo. Freud no es inmune a la ceguera que el amor y la valoración de un amigo traen aparejadas. El pobre Abraham quien más adelante se tragará una espina (un accidente en una comida) y le costará caro, insiste: “ …sabia que mi ultima carta seria dolorosa para usted. No voy a intentar describir cuánto me pesaba decirle todo eso. Ni en mi carta ni en ninguna ocasión anterior he dicho que era difícil hablar con usted sobre diferencias objetivas. Opino todo lo contrario. 
…. Sólo quisiera volver a subrayar un hecho: no tengo ningún problema en asimilar un nuevo descubrimiento, siempre y cuando se haya hecho con medios legítimos, es decir, mediante el psicoanálisis” Interpretemos esto que trae Abraham: “Profesor usted me enseñó que los nuevos descubrimientos son legítimos si son con medios psicoanalíticos. Lo estoy citando a usted”. Entendemos por qué Freud valoraba tanto a Abraham, no sólo por su idoneidad, sino por su entereza, por el modo en el que había elaborado su transferencia con Freud. No será una casualidad que este haya sido justamente el analista de Klein sobre quien tuvo tanta influencia… pero ese será tema de otro escrito. Volvamos a la respuesta de Freud:

“…Y es que, sin considerar que su reacción al escrito de Ferenczi y de Rank
haya estado o no justificada, ciertamente no fue amigable, y ese incidente demostró
claramente que el Comité ya no existe, porque faltan los sentimientos que hubieran
convertido a este puñado de hombres en un comité. No es posible que usted quiera
hundir a la Asociación Internacional y todo lo que de ella depende por un mero temor personal”
Por un momento nos quedamos sin aliento, pero encontramos las palabras. Freud
señala la importancia del sentimiento necesario para que exista un Comité.
Entendemos que se refiere a la transferencia positiva entre los miembros, al cariño y
el respeto. El psicoanálisis se estudia, se trasmite y se enseña en grupos que comparten una transferencia positiva entre sí y con el psicoanálisis. y sin embargo, ¡que difícil es la relación entre los analistas!. Entre el narcisismo de las pequeñas diferencias siempre presente y la rivalidad. Por otra parte en estos episodios entre Freud y Abraham se percibe cierta rivalidad de Freud hacia Abraham que impide que lo escuche a tiempo. Con mucha dignidad Abraham le responde:

“Por lo demás, su carta pone de manifiesto su desconfianza hacia mí que
me resulta muy dolorosa, y al mismo tiempo extraña
Le confieso que su carta no me ha provocado ni la sombra de un sentimiento de
culpa. Puedo demostrarle fácilmente , querido profesor, que soy víctima de un
recuerdo engañoso de su parte y que todo lo que usted esgrime contra mi es
producto de un desplazamiento de los hechos en mi perjuicio.
¿Cómo iba a ser mi intención hundir a la Asociación Internacional? Puedo afirmar sin
titubeos , mi querido profesor, que en los veinte años de mi compromiso con nuestra
causa … no exagero si digo que he entregado toda mi energía a la organización de los berlineses y también del conjunto de la Asociación Internacional.” Abraham sabe que tiene razón y que será cuestión de tiempo nomás hasta que Freud pueda abrir los ojos. Tal es así que esto nos lleva a otra carta. A una carta de Freud a Ferenczi de diciembre de 1931. Ferenczi había llegado demasiado lejos con su técnica activa, probablemente directamente vinculado con las demandas a Freud de retomar el análisis, de ser escuchado, de lo que no le dio, etc. Ferenczi le dice a Freud que luego de pensarlo mucho no siente que tenga que cambiar nada de sus postulados y prácticas Así es que Freud le escribe:

“… si usted ha decidido no modificar su posición hasta ahora, no veo que vaya a
hacerlo más adelante tampoco. Veo que las diferencias entre nosotros se establecen
más que nada en ciertos detalles de la técnica. No es un secreto que usted besa a sus
pacientes y permite que ellas lo besen a usted. Lo he escuchado hasta de mis
pacientes. Ahora puedes tomar dos caminos, si quieres mostrar un reporte sobre los
resultados de tu técnica: o los compartes o los mantienes en secreto. Esto último,
como tu también sabrás es muy deshonesto. Lo que uno hace en términos de técnica
debe hacerlo público. Además tengo que decirle que ambos caminos pronto se
unificarán. Aún cuando usted no quiera publicarlos, se sabrá, así como yo lo supe
antes de que usted me lo contara. Ahora bien, no soy de aquellos que condenan tan pocas gratificaciones eróticas por mojigato o por ser un burgués. También se que en los tiempos de Nibeulngenlied un beso era solo un saludo inofensivo, que se otorgaba a todos los invitados. Además, soy de la opinión de que el análisis también es posible en Rusia soviética, donde el Estado sanciona la libertad sexual completa. Pero eso no cambia el hecho de que no vivimos
en Rusia y que entre nosotros un beso es una indicación de intimidad erótica
inconfundible. Hasta ahora, en cuanto a la técnica, nos hemos aferrado a la propuesta de denegar las gratificaciones eróticas al paciente. (…) Ahora hágase a la idea de las consecuencias de hacer pública su técnica. No faltará quien diga: “¿Por qué detenerse con un beso? Y así surgirán otras propuestas… y así el padrino Ferenczi, mirando el ajetreado paisaje que ha creado, posiblemente se dirá a sí mismo: tal vez debería haberme detenido en mi técnica de ternura materna antesdel beso.
No creo que te esté advirtiendo sobre nada que no sepas. Pero como te gusta
desempeñar el tierno papel de madre con los demás, deberías hacer lo mismo
contigo. Por eso deberías escuchar la advertencia del brutal lado paterno que, según
recuerdo, la inclinación a los juegos sexuales con los pacientes en la época pre
psicoanalítica no te era ajena, así que uno puede poner esta nueva técnica tuya en
contexto con aquellos delitos menores. Por eso es que en otra carta me referí a que observaba una nueva pubertad en ti, usando un término más ambiguo. Pero ahora me veo obligado a ser inequívocamente claro contigo. No espero influenciarte con estas palabras. Nuestra relación ya carece la base para que eso ocurra. Tu necesidad de una autoafirmación desafiante me parece más poderosa en ti de lo que tu mismo puedes reconocer. Pero al menos he hecho mi parte, he actuado fiel a mi papel de padre. Ahora sigue adelante.

Saludos cordiales
Freud.”
Este es el camino de la ruptura, algo a Freud se le había escapado de las manos,
aquello que no pudo escuchar desde un principio. Sin duda Freud era humano.
Vale la pena recordar que Jung al terminar su relación con Freud citó a Hamlet: “El
resto es el silencio”. Unos años después en una carta a Ferenczi refiriéndose a Jung
Freud dice: “El resto… son frases”.
Bibliografía:
Correspondencia Sigmund Freud – Karla Abraham, 1907 – 1926, Editorial Síntesis, año
2002
Correspondencia Sigmund Freud To Sandor Ferenczi, Vol 3 1920 – 1933, The Belknap
Press Of Harvard University Press Cambridge, Massachussetts, London England, Año
2000

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