El 14 de mayo de 1922 Freud le escribe a Arthur Schnitzler con motivo de su 60 aniversario
“Estimado Doctor:
Usted también ha llegado al 60 aniversario, mientras yo 6 años mayor me estoy acercando al límite de mi vida y puedo esperar pronto el final del quinto acto de esta bastante incomprensible y no siempre divertida comedia.Si conservara un remanente de la creencia en la “omnipotencia de pensamiento” preservado, le enviaría ahora los deseos más fuertes y cálidos para la esperada sucesión de años.Dejo ese tonto trueno a la previsible multitud de contemporáneos que conmemoran el 15 de mayoPero quiero hacerle una confesión, que no quiero compartirla con amigos o extraños. Me he atormentado con la pregunta de por qué en realidad nunca he intentado tener una conversación con usted sobre estos temas sexuales, (lo que por cierto no tiene en cuenta si a usted le hubiera interesado tal acercamiento)La respuesta a esta pregunta contiene una confesión que me parece demasiado íntima: decir que he encontrado en un usted una especie de doble es algo que me avergonzaría confesar y no es algo que yo identificaría con cualquier otra persona, ni tampoco quiero anular la diferencia de talento que me separa de usted, pero siempre que me he sumergido en sus hermosas creaciones, detrás de su apariencia poética siempre sentí que podía encontrar los prerrequisitos , intereses y resultados que conocía como propios. Su determinismo compite con su escepticismo, lo que la gente llama pesimismo. Su conmoción por las verdades del inconsciente, por la maduración impulsora del hombre, su descomposición de la seguridad cultural – convencional, la adhesión de sus pensamientos a la polaridad de amar y morir, todo eso me conmovió con una siniestra, misteriosa familiaridad secreta. (unheimlichen)Extraño robo. En un pequeño panfleto de 1920 (“Más allá del principio del placer”) traté de mostrar el Eros y el instinto de muerte como las fuerzas primordiales, cuyo interjuego domina todos los misterios de la vida. Así que tengo la impresión de que usted a través de la intuición vio todo lo que yo he descubierto en un laborioso trabajo sobre las personas como resultado de una fina autopercepción. Sí, creo que por su propia naturaleza, es usted un investigador profundo de la psicología humana, por lo que, los investigadores de profundidad, tan honestamente poco artísticos e intrépidos como uno solo lo fue, y si no lo fuera, sus habilidades artísticas, su arte en el habla y su poder creativo habrían tenido juego libre y ella le habría convertido en un poeta. No puedo hacer nada más. Sólo yo lo se.Con sincera devociónSuyo Freud.” Esta es la carta completa que hemos traducido del alemán, en ella Freud utiliza el término Unheimlichen que se traduce por siniestro. Para esta época Freud ya había publicado su texto “Lo siniestro”. En ese texto señala que uno de los motivos del sentimiento ominoso es la presencia de dobles en todas sus gradaciones y plasmaciones, es decir la aparición de personas de idéntico aspecto o el acrecentamiento de circunstancias por el salto de procesos anímicos de una persona a otra, eso que según Freud podríamos llamar telepatía, de modo tal que una es coposeedora del saber, el sentir y el vivenciar de la otra. Agrega que también se trata de la identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse sobre el propio yo o situar el yo ajeno en el lugar del propio, o sea la duplicación, permutación del yo, etc.
Así, seguimos los desarrollos de Freud quien cita a Otto Rank en su trabajo sobre El Doble y señala que estas representaciones han nacido sobre el terreno del irrestricto amor por sí mismo, el narcisismo primario que gobierna la vida anímica tanto del niño como del primitivo, y que, al superar esa fase, el signo del doble cambia: de un seguro de supervivencia, pasa a ser el ominoso anunciador de la muerte.
La representación del doble no necesariamente es sepultada junto con ese narcisismo inicial, sabemos que puede cobrar un nuevo contenido a partir de los posteriores estadios de desarrollo del yo. Y agrega:
“En el interior de este se forma poco a poco una instancia particular que puede contraponerse al resto del yo, que sirve a la observación de sí, y a la autocrítica, desempeña el trabajo de la censura psíquica y se vuelve notoria para nuestra conciencia como “conciencia moral”. (Freud, 1919)
En el caso patológico del delirio de ser notado, se aísla, se escinde del yo, se vuelve evidente para el médico. El hecho de que exista una instancia así, el hecho de que el ser humano sea capaz de observación de si, posibilita llenar la antigua representación del doble con un nuevo contenido y atribuirle diversas cosas, principalmente todo aquello que aparece ante la autocrítica como perteneciente al viejo narcisismo superado de la época primordial. Pero no solo este contenido chocante para la crítica del yo puede incorporarse al doble, de igual modo, pueden serlo las posibilidades incumplidas de plasmación del destino, a que la fantasía aferrada, y todas las aspiraciones del yo que no pudieron realizarse a consecuencia de unas circunstancias externas desfavorables, así como todas las decisiones voluntarias sofocadas que han producido la ilusión del libre albedrío”. (Freud, 1919)
Sabemos que lo que lo transforma en siniestro es el retorno de aquello familiar de épocas primordiales, de la infancia, pero que en ese tiempo poseía un sentido más benigno. Por eso el doble ha devenido una figura terrorífica del mismo modo como los dioses, tras la ruina de la religión, se convierten en demonios. (Freud,
Ahora entendemos lo que le ocurre a Freud con el poeta. Este sin ningún tipo de esfuerzo, tan solo intuitivamente llega en sus novelas a las mismas conclusiones a las que llega Freud tras horas de laborioso trabajo. Pero algo más, ¿tal vez Schnitzler haya llegado aún más lejos alcanzando los ideales de Freud de ser un escritor, un poeta?. Sabemos que para Freud sus escritos eran tanto o más valiosos que su clínica, su Verlag era considerada tan importante como sus hijos. Así, sabemos que en 1932 cuando la Verlag se encontraba al borde de la bancarrota, en Pascua Freud dirigió un llamado urgente a los presidentes de las Asociaciones Psicoanalíticas para que ayudasen con donaciones para evitar la pérdida de grandes valores en libros. Al evocar la intensidad de su vínculo interno con la editorial escribe:
“Ustedes han oído que la editorial es mi creación, mi hijo. Y ustedes saben que uno no quiere sobrevivir a sus hijos, al contrario, pretende asegurarles su existencia después de la propia desaparición. Y como me doy cuenta de los tiempos difíciles que le esperan a la editorial, se me ha ocurrido la idea que podría pedirle a la A.P.I que se haga cargo de ella y asegure su futuro”.
Si pensamos que Freud se nutrió de los grandes clásicos y logró una genial síntesis entre la literatura y la ciencia, podemos pensar que uno de sus grandes amores era la escritura. Sabemos por la correspondencia con sus discípulos la importante que era para él darle a sus hijos un porvenir y una buena educación, y que el desarrollo del psicoanálisis tuvo como objetivo ganar el sustento necesario. ¿Será que él pensaba que como escritor no podría lograr ese objetivo?
¿Qué sabemos de Arnold Schnitzler al respecto?
Schnitzler nació en Viena en 1862 en el seno de una familia de origen judío y desarrolló su carrera literaria básicamente en Viena, carrera que emprendió a despecho de su padre, un laringólogo de mucha fama, fundador y primer director de la Policlínica General Vienesa, deseaba que este hijo mayor siguiera sus pasos. Arthur Schnitzler continuó en un principio con el deseo de su padre, trabajó en la célebre policlínica y sustituía a su padre durante sus ausencias. Trabajaba en la corrección literaria o como redactor de una publicación fundada por su padre: la Internationale Klinische Rundschau (donde también daba a conocer sus escritos Sigmund Freud). Sin embargo, su verdadera vocación, la literatura, era una fuente de constantes conflictos con el padre. De estudiante y ya ejerciendo la medicina, no cesó de escribir poemas, dramas, relatos. Él mismo admitía que no eran de buena calidad ya que esa doble vida que llevaba causaba presiones y tensiones enormes. Varios sucesos colaboraron para que se afianzara en la profesión de escritor, pero tal vez el mas importante fue la muerte de su padre en 1893, tres años antes de la muerte del padre de Freud. Y así como para el escritor la muerte de su padre marca el momento decisivo donde encuentra la libertad para lanzarse a su deseo y alcanzar justamente y una importante celebridad como narrador y dramaturgo indagando en su obra las relaciones profundas entre erotismo y muerte (Adan Kovasics 2018), para Freud la muerte de su padre marcará justamente el momento en el que le arranca a los sueños su secreto para develárselos a la humanidad.
Se dice de Schnitzler que era un erotómano a quien le aterraba la abstinencia sexual, gozaba evidentemente de una libertad sexual de la que el propio Freud confiesa carecer en una carta a Putnam del 8 de julio de 1915 donde le dice:
“Yo defiendo una vida con una mayor libertad sexual. Aunque yo mismo he utilizado muy poco esa libertad…”.
Tal vez Freud, que nunca se animó a tener una conversación con el escritor sobre temas sexuales, admiraba esa libertad sexual de la que Schnitzler gozaba, y también esa libertad para escribir novelas de los casos clínicos que conocía, exactamente lo opuesto a lo que hacía Freud, que novelaba sus casos clínicos.
Retornando a la libertad sexual de Schnitzler, pensamos que Freud no podía desconocer esa pasión, hoy sabemos por “Los Diarios de Schnitzler”, que entre 1887 y 1892 fue apuntando el número de coitos que consumaba en sus encuentros, y elaboraba a partir de ellos estadísticas anuales en sus diarios. Este hombre desde los 18 años apuntaba sobre el amor:
“el amor no es más que pulsión asociada a envidia”.
Interesante es señalar también que los críticos literarios mencionan que Schnitzler fue pionero en su obra, a la hora de plasmar el sometimiento de la mujer por el hombre. De hecho, uno de los puntos fuertes de su obra son precisamente los retratos de mujeres. Esto nos recuerda a las histéricas de Freud, a quienes comenzó a escuchar y comprender como ningún otro médico en su tiempo. Más concretamente fue con estas mujeres que empezó su investigación psicoanalítica. Tan devoto fue de sus pacientes a quienes escuchaba y les creía que el gran descubrimiento de la realidad psíquica comienza con esa frase escrita a Fliess en tono de desilusión: “mis histéricas me mienten”. Podemos así entender la admiración de Freud por Schnitzler porque su mayor conocimiento de las mujeres provenía de sus experiencias sexuales íntimas, no de la clínica.
Si buscamos mayores coincidencias, Schnitzler era amante de la música, no como Freud, pero sin embargo, ambos compartían la admiración por Gustav Mahler de quien el autor escribió “es el más grande de los compositores vivos”. Frase que nos recuerda a la de Freud cuando con motivo de haber atendido a Mahler tan sólo durante una tarde en un hotel de Leiden al escribirle a Theodor Reik sobre el tema le dijo:
“…las situaciones y circunstancias extraordinarias (así como las personalidades extraordinarias) exigen medidas extraordinarias”.
Podemos entender esa sentimiento de lo ominoso que invade a Freud cuando este hombre seis años menor le sigue los pasos, animándose a más en su vida, a experimentar en su propia vida esa libertad que Freud apoyaba pero no ejercía.
Arthur Schnitzler se dedicó a escribir en sus diarios desde 1862 hasta 1931 todos los sucesos importantes de su vida, diarios que resultan hoy un fiel retrato de la vida social de la Viena de fin de siglo y en particular de la sociedad judía liberal a la que pertenecía el autor y a la que también perteneció Freud. Schnitzler como Freud fue también objeto de persecución por parte de la corriente reaccionaria y antisemita y por parte de la prensa reaccionaria. Schnitzler Y Freud fueron coetáneos de Theodor Herzl quien escribiera en aquella época el libro fundacional del sionismo “El estado judío” y ambos, Schnitzler y Freud, veían con escepticismo la creación de dicho estado. Schnitzler también nos recuerda a Freud en su identidad como judío a la que tenía siempre presente tal como Freud quien en virtud de la publicación de la edición hebrea de Tótem y Tabú escribe en su prólogo:
“Ninguno de los lectores de este libro podrá ponerse con facilidad en la situación afectiva del autor, quien no comprende la lengua sagrada, se ha enajenado por completo de la religión paterna , como de cualquier otra, no puede simpatizar con ideales nacionalista y, sin embargo, nunca ha desmentido la pertenencia a su pueblo, siente su especificidad de judío y no abriga deseos de cambiarla. Si se le preguntara : ‘¿Qué te queda entonces de judío, si has resignado todas esas relaciones de comunidad con tus compatriotas?’ respondería: ‘Todavía mucho, probablemente lo principal’. Pero en el presente no podría verter eso esencial con palabras claras”
Al leer los Diarios de Schnitzler uno puede observar que ambos, Freud y Schnitzler, formaban parte del andamiaje de la sociedad vienesa de esa época, es decir compartían un ambiente cultual pero también posiciones respecto de los grandes cambios ocurridos. No puede dejar de sorprendernos las coincidencias en cuanto a sus posiciones respecto de la primer guerra. Schnitzler no se dejó llevar ni por el nacionalismo ni por los coros catastróficos de los periódicos propagandísticos. Mantuvo una posición independiente. Sabemos que vio la llegada de la nueva época después de la guerra con distancia y reserva. Cuando tuvo lugar la caída de la monarquía y el establecimiento de la república en 1918 escribió :
“Ha acabado un día de relevancia histórica mundial. Visto de cerca no parece grandioso”.
¿Acaso esta declaración no nos recuerda a lo manifestado por Freud a Lou Andreas Salomé en una carta del 25 de noviembre de 1914? :
“…Lo que usted escribe me da el valor de adentrarme en otro tema. No dudo de que la humanidad sobrevivirá incluso a esta guerra, pero sé con certeza que para mi y mis contemporáneos el mundo ya no será un lugar feliz. Es demasiado horrible. Y lo mas triste es que es exactamente la manera en que deberíamos haber esperado que la gente se comportara por el conocimiento que tenemos gracias al psicoanálisis. Debido a esta actitud hacia la humanidad nunca pude acordar con su optimismo. Mi secreta conclusión siempre ha sido la misma: puesto que sólo podemos considerar la civilización más alta actual como cargada de una enorme hipocresía, se deduce que estamos orgánicamente mal equipados para ella. Tenemos que abdicar , y el Gran Desconocido, él o eso, estará siempre acechando detrás del Destino, y algún día repetirá este experimento con otra raza. Sé que la ciencia está aparentemente muerta, pero la humanidad parece estar realmente muerta….”
Freud y Schnitzler se admiraban mutuamente. Schnitzler había leído los escritos de Freud y apuntaba sus sueños regularmente aunque no se animaba a manifestárselos a Freud para su análisis. Y sentía una profunda admiración por él. ¿Estaría Freud al tanto de esto?
En los diarios de Schnitzler se observa como los primeros indicios de dolor o de una intuición se convierten después en una obra literaria. Esto nos recuerda el modo en que Freud se implica personalmente en su obra, a través del relato de sueños, o cuando ciertos acontecimientos de su vida le permiten entender primero en su persona algo que observará como universal. La obra de Schnitzler considerada por los nazis como una expresión decadente de un escritor judío, estuvo prohibida en Alemania y muchos de sus libros se quemaron al igual que los de Freud. Y buena parte de su obra fue rescatada y llevada también a Estados Unidos a la universidad de Cambridge.
El 16 de agosto de 1922 Schnitzler apunta en su diario:
“Sueños varios. En la prolongación de Kärtnertrasse me encuentro (más o menos delante del Hopfner) con Helen Binder (le escribí ayer, en respuesta a su postal, viven el barrio de Wieden) y le digo entre otras cosas: “imagínese que en este mismo lugar me encontré (¿hoy mismo? ¿hace media hora?) con el profesor Freud”, y lo veo a él, que no viene a mi encuentro, sino que se aleja (intención de visitarlo, mi postura respecto del psicoanálisis). A Helen Binder le resulta curioso, se marcha, se da la vuelta (en el antiguo puente Elisabeth) , vuelve hacia mí y me besa en la boca. Pienso : parece más joven que antes, ¿tendrá alguna intención?- O. manifiesta a ciertas personas (a las que no veo) que los esposos divorciados según una ley determinada tienen que volver a unirse, sin embargo, no se rebela contra mí por no acogerla de nuevo, lo acepta, sin ningún pose. – Después del encuentro con Helen Binder y con Leo Vanjung por la nieve embarrada , comento que la nieve embarrada alcanza entre diez y doce centímetros, no entre tres y cuatro, voy saltando con los chanclos (¿o desprendiéndome de ellos?) Hablo con alguien sobre una operación de los riñones, por los ojos (¿o al revés?) y alguien (¿Quién? ¿Yo mismo?) menciona que habría que operar (o que ya se ha operado) a Lola Beeth y al profesor Ehrmann (especialista en Sífilis)
Por la mañana en el Salzberg, pensión Moritz, voy a ver al profesor Freud. Viene del bosque con su hija, su hijo y su hermano, traen muchas setas. Otros parientes, la mujer. Son once en total. En su habitación me habla de su trabajo: “El yo y el ello”, que, según dice, está influido por Groddeck, uno de sus discípulos (su novela “El buscador de almas”). Le cuento mi sueño: hablamos sobre el mito de los conceptos, encuentro ciertas analogías entre sus concepciones y las de Arthur Kaufmann (a quien no conoce) (sólo en lo que respecta al sueño). Comemos juntos. Su hija , la señora Hollischer, su marido, conversación alegre e inocente. En una hermosa terraza . Hablamos sobre Mahler, Freud me cuenta que Mahler lo consultó en Leiden (Holanda), y yo le puedo confirmar que después de aquella consulta (¿gracias a ella?) el último año de matrimonio (de vida) de M. fue muy feliz. Le hablo del papel de los estanques en mis últimas creaciones. Él dice: “El estanque es de los niños”. Pongo en duda la necesidad de esta determinación (siempre percibo algo monotemático y también algo lúdico en su modo de ver las cosas). Toda su personalidad volvió a atraerme y noto ganas de hablar con él sobre ciertos abismos de mi creación (y de mi existencia), aunque prefiero abstenerme.”
Evidentemente Schnitzler estaba en transferencia con Freud, y seguramente Freud centrado en su enorme admiración por él, no pudo verlo. ¿Cuáles son las opiniones sobre el psicoanálisis que Schnitzler decide callar? En una de las anotaciones del 6 de enero de 1920 dice:
“ O. me cuenta que ha pasado por Arthur Kaufmann y me habla sobre los experimentos de él. sobre Freud, etc. Toda clase de erotismos. Hago un comentario respecto de la inmoralidad , es más, el carácter criminal de hurgamiento psicoanalítico del alma… “no hay que violar las almas”.
Y antes en una anotación de 1912 dice :
“El doctor Theodor Reik (psicoanalista, me envió varias cosas, también sobre mí, con mucha simpatía). Estimulante conversación sobre la Interpretación de los sueños y el psicoanálisis. Sobrevaloración del complejo de Edipo por parte de la escuela de Freud (a la que pertenece Reik)”
Es evidente que ambos se conocían bien, y que Freud se sentía intimidado por este libre pensador que se animó a romper con las expectativas de la cultura judía en su modo de vivir. Probablemente el retorno de esos ideales no cumplidos hicieron que Freud no pudiera percibir el deseo que manifiesta en su diario íntimo Schnitzler de contarle sueños a Freud de hablar de si mismo y de ciertos abismos de su creación y de su existencia. Seguramente Schnitzler sintió que Freud sabía de él mas de lo que se animaba a aceptar, tan solo por la lectura de sus obras. Por ejemplo es interesante el comentario que le hace Freud cuando le cuenta el papel de los estanques en sus últimas creaciones, recordemos: Freud le dice : “El estanque es de los niños”. Y Schnitzler se defiende. ¿Por qué?. Sin embargo sabemos que el 24 de septiembre de 1897 nace muerto el hijo que esperaba con su amante Marie Reinhardt. A raíz de este acontecimiento Schnitzler escribe:
“Tras la muerte del niño sentí profundamente que existía una relación entre su muerte y mi falta de interés por el pequeño antes de que naciera”.
Y ese mismo día comienza a escribir la novela “Camino a campo abierto”., que trata de la relación entre un músico aristócrata y una profesora de música perteneciente a la pequeña burguesía. Ella queda embarazada pierde el bebé justo después del parto, y la relación entre ambos se termina. Podemos suponer que Freud leyó esta novela, ya que en el encuentro que tuvo Schnitzler con Reik en septiembre de 1912 en su diario Schnitzler comenta que analizaron juntos el sueño de Georg que aparece en el capítulo séptimo de la novela “Camino a campo abierto”. Sin duda Freud había dado en la tecla con su interpretación por eso el escritor se defendió.
Podemos entender lo que le pasaba a Freud con Schnitzler desde todo punto de vista, él mismo nos da la pista cuando en el texto “Lo ominoso” dice:
“En última instancia se trata de un asunto del examen de realidad, de una cuestión de realidad material. Toparnos con la imagen de nuestra propia persona sin haberla invocado”. (Freud, 1919)
En este texto también dice que ese sentimiento de ominoso aparece cuando la omnipotencia de pensamiento, el animismo, la creencia en la magia, reaparecen en la persona adulta quien siente que ha superado ese modo de pensar primitivo. Seguramente eso es lo que le pide a Schnitzler al comienzo de su carta que no revele a nadie: esta súbita aparición en este hombre que se empeñó en dominar ese pensamiento primitivo , ante la presencia de quien más que un doble es un rival, ¿La reaparición tal vez del muerto, más precisamente de algún hermano muerto en su infancia, eliminado gracias a sus deseos infantiles? Recordemos que el poeta era seis años menor, y que Freud perdió un hermano menor cuando tenía alrededor de 4 o 5 años. El sentimiento de lo ominoso en la aparición del doble está asociada también a la aparición del cadáver, del muerto que retorna, en este caso como un rival digno de admiración.
Por último, tal vez confirmaría esta hipótesis la confesión que Freud le hace a Marie Bonaparte en noviembre de 1924, donde le dice que lo más doloroso que le tocó vivir, no fue justamente la muerte de su hija Sophie, sino la muerte del hijo de Sophie de 4 o 5 años, dice Freud:
“La vida en ocasiones, nos somete a acontecimientos muy fuertes, que superan al psicoanálisis y si bien uno no debe perder la capacidad de superarse, de la reflexión y la auto observación, a veces eso es un ideal inalcanzable… la muerte del pequeño Heinerle fue insoportable para mí… un niño con mucho talento era encantador”. (Diarios de Marie Bonaparte, Library of Congress, Washington D.C., Cuaderno VII)
Como el mismo Freud citaba:
“Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.
Bibliografía:
Bonaparte Marie, 1924, “Diario Íntimo, Cuaderno VII,” Library of Congress, Washington DC.
Freud Sigmund, 1919, “Lo siniestro”. Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, Argentina
Schnitzler Arthur, “Diarios (1879 –1931)”, Ediciones Universidad Diego Portales, Adan Kovacsics (de la selección, traducción y prólogo), Santiago de Chile, 2018.


