“Mi pequeño nieto es adorable… es un niño decente y ya
civilizado, lo que es doblemente valioso en este
mundo plagado de brutalidad”
(Freud a Abraham septiembre de 1914)
Hace un tiempo que observo que los niños vienen a análisis en busca de un espacio para jugar. Para utilizar juguetes, que hoy ya resultan antiguos. Quiero decir que en lugar de que el juego sea un vehículo de expresión de su mundo interno para elaborar lo que los trae a análisis, el juego es, al menos en un principio, lo que motiva a los niños a quedarse en este espacio que proponemos.
En los orígenes del análisis de niños Melanie Klein, Anna Freud y luego nuestras pioneras argentinas, Arminda Aberastury, Betty Garma, Susana Lustig y tantas otras, entendieron que al ser el juego y el dibujo el lenguaje que los niños hablan, el dispositivo psicoanalítico para un análisis en la infancia debía contar con estos medios para que ellos pudieran expresar sus fantasías inconscientes, tomando el juego como un sueño y al dibujo también como un relato.
Hagamos un poco de historia. El 13 de septiembre de 1915 Freud observó que su nieto Ernst, jugaba el ya conocido juego del fort–da, y esto ayudaría a reformular muchos puntos de la teoría. Algo que tendría implicancias en relación con hacer activamente lo que se sufrió pasivamente, al manejo y elaboración de las pérdidas y a la renuncia instintiva. Ernst tenía un año y medio. ¿Qué observaba Freud? Que este chico, en ese juego de hacer desaparecer y aparecer un carretel, jugaba a repetir algo traumático que tenía que ver con la partida de su madre. Comparaba este juego con los sueños traumáticos de las neurosis de guerra, donde la persona revive una situación traumática. En este caso, Ernst repetía la ausencia de su madre, intentando dominar las emociones que esa situación provocaba en él. Este chico no lloraba cuando su madre se iba y lo dejaba. El juego implicaba un gran logro cultural: la renuncia instintiva.
Sin embargo, Ernst nos cuenta algo más. Cuando en 1916 tiene que viajar a pasar una temporada en la casa de los abuelos en tiempos de guerra en tanto que su padre estaba en el frente, el viaje en tren los obligaba a hacer varios trasbordos. Llevaba un muñeco que quería mucho, (¿tal vez su objeto transicional?) , en uno de esos trasbordos el muñeco se cae y se rompe. Y esta experiencia que él recuerda bien, la señala como traumática. No recordaba el juego del fort–da. Aunque es en esa visita a los abuelos en Berggasse 19 que el pequeño jugará a hacer aparecer y desaparecer su imagen en el espejo, ya no el carretel. En esta ocasión el abuelo Sigmund vuelve a observarlo jugando con el espejo de la habitación de la tía Anna. Este juego sí es recordado por Ernst como un juego placentero. Su padre se había ido a la guerra, y su muñeco preferido se había roto y ya no servía. Ernst jugaba a elaborar las pérdidas de los objetos amados.
Sin embargo, hoy sabemos mucho más acerca de este juego del carretel. Sabemos por las investigaciones de la Tavistock Clinic, que este juego que tiene lugar en el momento del control de esfínteres, implica un cambio en la relación entre el niño y el espacio, el niño y el tiempo. Hasta ese momento el pequeño se mueve aún tal vez en un espacio bidimensional, y este juego marca un inicio al permitir también que se establezca un espacio tridimensional, y una suerte de línea de tiempo. En el momento en que el esfínter madura el chico siente que puede empezar a ejercer cierto control. Previo a la maduración del esfínter anal, cualquier lugar es bueno para descargar los intestinos. A partir del control del esfínter se abre la posibilidad de otro tipo de diálogo entre el chico, la madre, entre el chico y el espacio y el tiempo. Entonces se puede separar de la madre, y se puede diferenciar también de ella. El “no” aparece con fuerza, desde el cuerpo apretando el esfínter. Y es un momento muy importante en la subjetivación del chico. El niño siente que tiene ahora el control de complacer a su madre o desafiarla. Entonces es un momento crucial en el desarrollo de un niño el que observó Freud, ya que el niño al tirar el carretel hacia el mundo se enlaza con el mundo externo y puede catectizar otros objetos que se encuentran en ese mundo, y que despiertan ahora su interés. No tirar ese carretel afuera es casi como quedarse fuera del mundo. Es como quedarse en un mundo bidimensional. Freud, que continúa observando el desarrollo de su nieto le escribe a Abraham el 10 de diciembre de 1916: “este pequeño es precioso y divertido. Es muy instructivo” y a Ferenczi le escribe para esa misma época: “el pequeño es un miembro muy respetable de nuestra familia”. Vemos, así como va transformando su mirada sobre la infancia. Si bien ya había escrito el caso Juanito, podemos decir que su intervención había sido más al estilo de la orientación a padres. Ahora, son observaciones directas las que hace. Y le resulta alguien muy respetable. Si tomamos en cuenta la cita del epígrafe de este escrito, donde Freud remarca lo civilizado que es su nieto, todavía conservaba en ese momento la idea que imperaba en ese tiempo de que un niño era un adulto en miniatura.
Así, en marzo el pequeño festeja su cumpleaños y el abuelo le regala un tambor. Este juguete podría vincularse a los tiempos de guerra, pero también como una invitación a llenar la casa con el ruido y las travesuras de eros. En 1917 Freud escribe un artículo vinculado con el fort–da. Se trata de un recuerdo de infancia de Goethe quien relata haber tirado toda la vajilla por la ventana y observar cómo caía con mucho placer.
Sin embargo, hoy sabemos mucho más acerca de este juego del carretel. Sabemos por las investigaciones de la Tavistock Clinic, que este juego que tiene lugar en el momento del control de esfínteres, implica un cambio en la relación entre el niño y el espacio, el niño y el tiempo. Hasta ese momento el pequeño se mueve aún tal vez en un espacio bidimensional, y este juego marca un inicio al permitir también que se establezca un espacio tridimensional, y una suerte de línea de tiempo. En el momento en que el esfínter madura el chico siente que puede empezar a ejercer cierto control. Previo a la maduración del esfínter anal, cualquier lugar es bueno para descargar los intestinos. A partir del control del esfínter se abre la posibilidad de otro tipo de diálogo entre el chico, la madre, entre el chico y el espacio y el tiempo. Entonces se puede separar de la madre, y se puede diferenciar también de ella. El “no” aparece con fuerza, desde el cuerpo apretando el esfínter. Y es un momento muy importante en la subjetivación del chico. El niño siente que tiene ahora el control de complacer a su madre o desafiarla. Entonces es un momento crucial en el desarrollo de un niño el que observó Freud, ya que el niño al tirar el carretel hacia el mundo se enlaza con el mundo externo y puede catectizar otros objetos que se encuentran en ese mundo, y que despiertan ahora su interés. No tirar ese carretel afuera es casi como quedarse fuera del mundo. Es como quedarse en un mundo bidimensional. Freud, que continúa observando el desarrollo de su nieto le escribe a Abraham el 10 de diciembre de 1916: “este pequeño es precioso y divertido. Es muy instructivo” y a Ferenczi le escribe para esa misma época: “el pequeño es un miembro muy respetable de nuestra familia”. Vemos, así como va transformando su mirada sobre la infancia. Si bien ya había escrito el caso Juanito, podemos decir que su intervención había sido más al estilo de la orientación a padres. Ahora, son observaciones directas las que hace. Y le resulta alguien muy respetable. Si tomamos en cuenta la cita del epígrafe de este escrito, donde Freud remarca lo civilizado que es su nieto, todavía conservaba en ese momento la idea que imperaba en ese tiempo de que un niño era un adulto en miniatura.
Así, en marzo el pequeño festeja su cumpleaños y el abuelo le regala un tambor. Este juguete podría vincularse a los tiempos de guerra, pero también como una invitación a llenar la casa con el ruido y las travesuras de eros. En 1917 Freud escribe un artículo vinculado con el fort–da. Se trata de un recuerdo de infancia de Goethe quien relata haber tirado toda la vajilla por la ventana y observar cómo caía con mucho placer. Esto coincide con el nacimiento de su hermano menor, y Freud lo entiende como la expresión simbólica de la angustia por el nacimiento del hermanito y como una suerte de mensaje de qué es lo que debe hacerse con los intrusos.
Freud le da mucha importancia al contenido simbólico del juego del niño y además es un señor que juega a observar, a dar sentido, a identificarse con el juego infantil. En tanto observaba y jugaba con el niño ambos elaboraban la situación de la guerra y de las ausencias a la que ésta los sometía. Recordemos que Freud tenía dos hijos en el frente. Hace unos años Salomón Resnik en una de sus visitas a Argentina, contó que un paciente esquizofrénico le hablaba de unos hombrecitos que tenían antenitas por las que se comunicaban con otros seres. Al salir Resnik de su consultorio observó que en la calle todos andaban con el celular pegado a su oreja, ocupados hablando por teléfono. ¿Seremos todos hombrecitos medio locos que necesitamos aparatos para comunicarnos con los otros? “No es el objeto sino su uso”, creo que era Winnicott quien decía esto. Es decir que el peligro no está en el objeto en sí, sino en el uso que hacemos de él. Los niños tienen esa imagen de los padres: los ven como extraños hombrecitos que se comunican por antenas y aparatos. Muchas veces enajenados metidos en su celular chateando, ya ni siquiera hablando por teléfono. Esto los invita a estar más conectados a la pantalla y más desconectados del entorno.
Hoy los niños tempranamente bajan jueguitos en el celular de los padres para pasar el tiempo cuando éstos están ocupados. Y así, este chupete electrónico nada tiene que ver con el autoerotismo de chuparse el dedo. Si las zonas erógenas marcan un diálogo entre el cuerpo del niño en evolución y el cuerpo de su madre que implica un lenguaje de la sexualidad según la etapa de evolución de la libido, cabe preguntarse ¿cuál será el destino de esos niños si interactúan más con el celular que con el cuerpo de sus madres? Nos hacemos esta pregunta porque como sabemos, es el cuerpo de la madre que se presta a los primeros juegos que invitan a la investigación sexual. Observamos en estos tiempos también que muchas veces los videojuegos, aparecen como un refugio en una realidad virtual que hace de quitapenas para niños a los que muchas veces les es difícil hacerse un lugar en su grupo de pares, o viven situaciones muy tristes en sus familias, tal como separaciones o pérdidas de seres queridos. Nada nuevo bajo el sol, dirán, ya sabíamos que la cultura necesitaba de sus quitapenas. Es cierto, pero lo que no sabíamos es que habíamos inventado quitapenas para la infancia tan potentes como ciertas sustancias que utilizan los adultos. Mientras tanto, Ernst, el creador del Fort–da, en su adolescencia continuaba jugando. Recuerda que cuando vivía en Hamburgo en un tercer piso que tenía un pequeño balcón, construyó allí algo muy interesante con el mismo tipo de hilo que tenía su carretel desde su lugar que él consideraba como un refugio. Luego le agregó un gancho de metal y lo tiraba por encima de la baranda del balcón para pescar cosas que estaban en el patio. No había ningún tesoro, pero él recuerda que pasaba mucho tiempo pescando. Dice: ‘Yo era un niño muy solitario, y solo también con la pérdida de mi madre, luego del amor de mi madre, y yo seguramente tenía mucho tiempo como para replegarme en mi balcón y estar tranquilo de que allí me dejarían en paz.’ Ernst ahora desde su refugio pescaba cosas de afuera, intentaba seguramente enlazarse con el mundo externo desde su soledad. Tendríamos que preguntarnos si los videojuegos hoy son un enlace con el mundo externo, como era la caña de pescar que Ernst se armó preparándose para ingresar en la adolescencia. Muchos juegos implican rivalizar con otras personas online, a veces los chicos lo hacen con sus amigos, y otras con extraños. Pero hay juegos del celular que no son tal cosa, que simplemente pausan la conexión con los otros e invitan a ese mundo bidimensional en el que vive el niño antes de que se instale el juego del Fort–da. Por eso observamos que los chicos tienen muchas veces poco ejercicio en el intercambio con el otro semejante, en la posibilidad de compartir o de ponerse en el lugar del otro, y poca tolerancia a las frustraciones que el mundo externo ofrece. Esta resistencia que ofrece ese mundo externo, nos invita a buscar otros caminos que implican un rodeo para alcanzar alguna satisfacción, pero en ese rodeo, el aparato psíquico ganó en complejidad, en representaciones, en herramientas para enfrentar los conflictos que la vida presenta.
Anna Freud relata el caso de un paciente de 7 años que expresaba muchas de sus fantasías a través de dotar de ciertas cualidades a los animales. Dice: “Había un niño que tenía un león domesticado. Era un león al que vistió de cualidades de una persona, esto significaba que las personas peligrosas reaparecían en el león… el hecho es que ahora él poseía a este león al que había domesticado y le hacía caso, y si alguien le daba miedo le mostraba a su león, que podía tener aspecto de persona, pero que repentinamente se convertía en un león. Este chico sabía bien lo que estaba haciendo y podía entrar y salir de su fantasía, pero tenía su modo de lidiar con los adultos. Una vez mi padre se cruzó por la sala de espera, donde yo estaba jugando con el pequeño y nos saludó y el chico dijo: también él es un león. Evidentemente usaba su fantasía para hacer su vida más placentera”.
Tenemos que preguntarnos si los celulares permiten el despliegue de ese mundo de fantasía que va aportando un Inter-juego entre la mente infantil y el mundo externo, y que les permite prepararse para el futuro, pero por sobre todas las cosas, les da una herramienta para dominar la realidad. Cuando los chicos andan conectados a celulares y no fantasean, son pequeños adultos en miniatura, imagen que Betty Garma definía como pequeños monstruos.
Si el niño de hoy es el padre del adulto del mañana, ¿qué legado les estamos dejando a los futuros adultos que hoy no juegan?
Bibliografía:
_Correspondencia completa Freud /Abraham, 2002, Editorial Sintesis.
_Bembeniste Daniel, The Interwoven Lives of Sigmund, Anna and W. Ernst
Freud, 2015, IPBooks.net. International Psychoanalytic media Group.
American Institute for Psychoanalysis.


