“El deseo más ardiente de la humanidad: hacer algo por segunda vez”[1]
Coincido con Roland Barthes cuando dice que escribir es un verbo transitivo porque no consiste tanto en contar un cuento como en crear un mundo. Por eso las producciones artísticas en las que incluimos el cine, las obras de teatro, de la literatura, así como los cuadros y esculturas, son formas que tenemos en nuestra cultura de contarnos la vida, de compartir los grandes temas de la vida misma. Así me encontré con un bello poema titulado “Luz repentina” (Sudden light), de Dante Gabriel Rossetti que dice:
Yo estuve aquí antes,
no sé decir cómo y cuándo:
conozco el prado detrás de la puerta,
el dulce aroma penetrante,
los sonidos susurrantes,
las luces a lo largo de la costa.
Tú has sido mía antes,
No sé decir hace cuánto:
pero apenas esa golondrina remontó,
y giró tu cuello, algún velo cayó,
y lo supe al instante.
¿Había sido así antes?
¿No será que el vuelo concéntrico
del tiempo restaure nuestras vidas,
nuestro amor, a pesar de la muerte,
y nos traiga otro deleite noche y día?
Ahora entonces, ¡con fortuna otra vez!
¡Duerman mis ojos la agitación de tus cabellos!
¿No yaceremos como hemos yacido,
Y así por Amor,
el dormir y el despertar
no rompan ya sus cadenas?
¿De que hablamos entonces? De la importancia de producir sentido, un sentido que no estaba antes. Un sentido que tal vez no estaba antes de este escrito, aún cuando volvamos sobre temas conocidos. ¿Acaso no es lo que el mismo Freud hizo con sus investigaciones? Poner a la luz temas conocidos, pero trabajados de tal modo que adquirieron un nuevo y profundo sentido que antes no estaba, que revolucionó a la humanidad. Dice en 1895:
“Se muy bien que con la etiología sexual de las neurosis no he producido nada nuevo, que en la bibliografía médica nunca faltaron corrientes subterráneas que dieran razón de estos hechos, y aún la medicina oficial de las academias tuvo noticia de ellos. Sólo que esta última hizo como si nada supiera, no dio empleo alguno a esa noticia, no extrajo de ella ninguna conclusión. Una conducta así no puede menos que tener un fundamento profundo, quizás sea una suerte de horror a examinar constelaciones sexuales, o una reacción frente a intentos de explicación más antiguos, que consideraba superados. Como quiera que fuese, no se podía menos que estar preparado para chocar con resistencias si se osaba volver digno de crédito para otros algo que habrían podido descubrir por sí mismos sin trabajo alguno”
Freud nos da la clave, tal como me dijera algún maestro querido: “Freud es original porque vuelve a los orígenes”. De ese modo encuentra aquello que se desecha como en los sueños, ya que sabemos que, si la persona no le da importancia a algún detalle de su sueño, pues entonces ese detalle es importante. Para Freud el detalle de la etiología sexual, y el horror que estos temas producían, fue central para desarrollar sus ideas y herir el ego de los seres humanos tal como lo hicieron Galileo Galilei y Darwin.
Vuelvo entonces al poema “Luz repentina” que hace foco en ese tema: La importancia de encontrar lo que uno vive en otros que ya lo vivieron antes, “ya estuvieron ahí” y nos acompañan con su experiencia. Y a su vez que esto que vivo hoy, tal vez ya lo viví, tal vez mi experiencia de vida me ayude porque no debe ser tan novedoso. Que importante que la vida trate del reencuentro porque este objeto de amor que tengo hoy es un lugar en el que estuve antes, es un reencuentro de ese amor originario.
Dice Freud en 1895:
“Consideremos ahora el modo en que opera nuestra terapia. Ella solicita uno de los mas ardientes deseos de la humanidad, a saber, el deseo de tener permitido hacer algo por segunda vez. Alguien ha experimentado un trauma psíquico sin reaccionar suficientemente frente a él, uno se lo hace vivenciar por segunda vez, pero en la hipnosis, y ahora lo constriñe a completar la reacción. “Esta es la época del inicio de sus investigaciones, donde aún no está conceptualizado el inconsciente, ni desarrollada el cuerpo teórico, aún practicaba la hipnosis, sin embargo, esta idea de cumplir uno de los deseos más ardientes de la humanidad el deseo de tener la posibilidad de una segunda vez reaparece con mayor fuerza a lo largo de la obra de Freud.
En el año 1915 cuando escribe “De guerra y muerte. Temas de actualidad” al referirse a nuestra actitud ante la muerte dice:
“La vida se empobrece, pierde interés, cuando la máxima apuesta en el juego de la vida, que es la vida misma, no puede arriesgarse. Se vuelve insípida e insustancial… nuestros vínculos afectivos, la insoportable intensidad de nuestro duelo, hacen que nos abstengamos de buscar peligros para nosotros y para los nuestros. No osamos considerar cierto número de empresas que son peligrosas, pero en verdad indispensables, como los ensayos de vuelo, las expediciones a países lejanos, los experimentos con sustancias explosivas. Nos paraliza para ello este reparo: ¿Quién ha de sustituirle a la madre su hijo, a la mujer su esposo, a los hijos su padre, si es que acaece una desgracia? La inclinación a no computar la muerte en el cálculo de la vida trae por consecuencia muchas otras renuncias y exclusiones. Y no obstante la divisa de la Hansa decía “Navigare necesse est, ¡vivere non necesse!”: Navegar es necesario, vivir no lo es.
Por eso, no puede ocurrir de otro modo: es en el mundo de la ficción, en la literatura, en el teatro, donde tenemos que buscar el sustituto que le falta a la vida. Ahí todavía hallamos hombres que saben morir, y aun que perpetran la muerte del otro. Y solamente ahí se cumple la condición bajo la cual podríamos reconciliarnos con la muerte: que tras todas las vicisitudes de la vida reste una vida intocable. … en el ámbito de la ficción hallamos esa multitud de vidas de que necesitamos. Morimos identificados con un héroe, pero le sobrevivimos y estamos prontos a morir una segunda vez con otro, igualmente incólumes.”
Freud supo aprovechar a lo largo de su vida lo que la cultura de su tiempo le ofrecía. Se nutrió de toda la riqueza literaria que había y que estaba al alcance de su mano. Sabía bien lo que señalaba cuando decía que es la ficción la que nos da esa otra oportunidad de elaborar los duelos difíciles de soportar, así como de esas fuentes aprendió mucho del alma humana. Lo novedoso para mi es reencontrar ese sentido como eje de la cura psicoanalítica. Sabemos que la sugestión que presentaba la hipnosis se reencuentra de alguna manera en la transferencia. Y lo que curamos es justamente la neurosis de transferencia, esa que se repite en el vínculo con el analista. Más aún, se escenifica, se juega, se actúa como en el teatro, ahora en el escenario de la transferencia, entonces podríamos decir que se trata de jugar ese deseo ardiente de la humanidad: esa segunda vez, esa segunda oportunidad. Repasemos: lo que es interno y alguna vez fue externo, vuelve a ser externo en la transferencia: el analista ocupa el lugar del superyó y es quien deviene obstáculo entonces para la realización de los deseos del paciente. Ahora bien, en esta segunda oportunidad el individuo tiene la posibilidad de oponerse, de luchar por conseguir lo que desea. El psicoanálisis trata de encontrar salidas posibles, de no morir con los que amamos y mueren, de no sucumbir frente a las frustraciones, sino de encontrar caminos posibles de resolución.
Así veamos como era esto en su propia vida
En una carta a su hija Anna de agosto de 1920, a unos pocos meses de la muerte de su hija Sophie Freud escribe:
“Hoy hice la primera caminata larga, estoy muy cansado, seguro que, por los baños, pero también por este año tan difícil. Hace un momento estuve repasando los apuntes que me traje, para trabajar en ellos, pero todavía no me atraen. Los últimos días en Viena fueron muy complicados con las visitas de Lajos y Ferenczi”
Su cansancio y su falta de deseo para trabajar lo refiera a la muerte de su hija. El trabajo del que habla es Psicología de las masas y análisis del yo, sabemos que es un trabajo que comenzó, prácticamente lo terminó, y luego lo dejó en suspenso para escribir Más allá del principio del placer, donde habla de la pulsión de muerte y la compulsión a la repetición como algo característico de las pulsiones en general. Allí, nos cuenta acerca del juego del carretel del pequeño Ernst, hijo de Sophie. Lo trae como ejemplo de la repetición de algo displacentero, como era la partida de la madre, y el hecho de hacer activamente lo que sufría de manera pasiva. Le llamaba la atención que no llorara cuando la madre se iba, ¿Cómo es que este niño soporta eso con tanta calma? Desde cierto punto de vista este sería ya un niño enfermo, sobreadaptado a la cultura. Y descubre ese juego, que le permite de algún modo elaborar la separación. Ahora bien, agrega en una nota al pie:
“Teniendo el niño cinco años y nueve meses, murió la madre. Ahora que realmente se fue (o-o-o), el muchachito no mostró duelo alguno por ella. Es verdad, entretanto había nacido un segundo hijo, que despertó sus más fuertes celos”
Freud continúa escribiendo sostenido por una frase: “De nada sirve pelearse con el destino”. La muerte real, esa que como él señala que la guerra nos enseñó que existe y es para siempre, no tiene vuelta atrás, no podemos jugar otra partida. Sin embargo, Freud se dedicó mucho a este nieto a quien cuidó y con quien pasó temporadas en su propia casa en Viena, ya que el chico y su padre vivían en Hamburgo. Esta era la segunda vuelta para Freud, reencontrar en su nieto a su hija, trasmitirle a su nieto algo de la historia de su madre. Freud no estaba dispuesto a hacer como los Asra del poema de Heine, que mueren cuando mueren aquellos a quienes aman.
Si retomamos la idea de que la terapia que Freud nos ofrece trata de la segunda vuelta, podemos pensar que es una idea presente también en la hipótesis filogenética que atraviesa toda su obra, y que nunca abandonó. Esta hipótesis además de garantizarle a Freud la universalidad de los conceptos nucleares de su obra, introduce la idea de que las vivencias de la especie a lo largo de su evolución estén inscriptas a modo de representaciones que se heredan. Entonces, siempre vuelven a repetirse, y siempre tenemos una segunda oportunidad para resolver los grandes temas de la humanidad. Una segunda oportunidad para que las generaciones más jóvenes superen a las más viejas.
Ahora bien, si pensamos en la carta a Romain Rolland, que fue publicada bajo el título “La perturbación de un recuerdo en la Acrópolis”, también vemos la idea de la segunda oportunidad, en el sentido de la oportunidad que tiene un padre de ver a los hijos llegar a lugares más lejanos que los que él pudo alcanzar
Este párrafo de la carta lo sintetiza muy bien:
“Pero aquí nos cae en las manos la solución de un pequeño problema, el de saber por qué nos estropeamos ya en Trieste el contento por el viaje a Atenas. Tiene que haber sido porque en la satisfacción por haber llegado tan lejos se mezclaba un sentimiento de culpa, hay ahí algo injusto, prohibido de antiguo. Se relaciona con la crítica infantil al padre, con el menosprecio que relevó a la sobrestimación de su persona en la primera infancia. Parece como si lo esencial en el éxito fuera haber llegado más lejos que el padre, y como si continuara prohibido querer sobrepasar al padre.
Lo saluda a usted cordialmente suyo,
Sigmund Freud, enero de 1936.
Podemos afirmar entonces que, tal como aprendí de mi propia vivencia personal, en esa oportunidad de hacer algo por segunda vez, el psicoanálisis permite cambiar la historia.
Claudia Mizrahi
Bibliografía:
Freud Sigmund: – (1895), “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia”, Amorrortu Editores (A.E.)
(1895), “A propósito de las críticas a la ‘neurosis de angustia;”
– (1915), “De guerra y de muerte”, A.E.
– (1936), “Carta a Romain Rolland (Una perturbación del recuerdo en la
Acrópolis), A.E.
Sigmund Freud and Lou Andreas – Salomé Letter, 1972, Edited By Ernest Pfeiffer
Sigmund Freud y Anna Freud correspondencia (1904 – 1938), 2014, Editorial Paidós
[1] Sigmund Freud, 1895


